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Socrates, las mujeres y la filosofía

Quizás en ningún otro diálogo como en e Menón logró Platón concentrar, en un espacio tan reducido, una formulación tan lúcida como ajustadas de algunas de las que serán sus principales tesis.

 

Más allá de la estructura concreta del diálogo, a nosotros nos interesa la búsqueda que Sócrates entabla con Menón, en la que se persiguen aquellos requisitos que nos puedan dejar satisfechos en la respuesta al qué es de algo, lo que conducirá a los dos interlocutores a preguntarse por la posibilidad del conocimiento. Es en ese momento cuando a través de una deducción de la doctrina de la reminiscencia, a partir de la creencia mítica en la preexistencia y en la transmigración del alma , se realiza una deducción mayeútica, llevada a cabo con la intervención de un esclavo de Menón.

 Lo que en esta parte del diálogo se establece es de enorme trascendencia, en tanto que aparece claramente delimitado ese lugar al que podemos llamar Razón; lugar al que tanto Sócrates como Menón o su esclavo, acceden mediante una escalada dialéctica, para luego tirar de él como si de un hilo se tratara, deduciendo así lo que siempre ha sido, lo que de siempre ha estado ahí. Y así, lo que se pone en juego es la “sencilla” operación de recordar que en un triángulo rectángulo, el cuadrado de la hipotenusa es igual a la suma de los cuadrados de los catetos.

Sócrates- ¡ Pero no es fácil! Sin embargo, por tí (refiriéndose a Menón) estoy dispuesto a empeñarme. Llámame a uno de tus numerosos servidores que están aquí, al que quieras, para que pueda demostrártelo con él.[1] Nuestra pequeña variación va a pasar por problematizar aquello de “(...) para que pueda demostrártelo con él”. ¿ Y sí “el” fuera “ella”? ¿ Y sí en vez de una esclavo fuera una esclava la llamada a someterse a las artes mayéuticas de Sócrates?

Lo que trataremos llevar a cabo, pues, será hacer algo de ficción “platónica”, recreando un dialogo con esa posibilidad, con ese sutil cambio; veamos a donde nos lleva.

Dialogo

  

Sócrates- Mira que eres taimado Menón. No se te ocurre otra cosa que preguntarme si yo, Sócrates, aquel que sólo sabe que no sabe nada, razón por la cual el Oráculo dijo ver en mí al más sabio de todos lo hombres de la Hélade, puedo enseñarte algo. Acaso crees tú, que yo, que acabo de decirte que las almas, inmortales todas ellas, que han visto las cosas más excelentes, que han aprendido todas las cosas, y que por lo tanto pueden acceder a todo ello por el recuerdo, puedo caer en la contradicción de pensar que hay más bien enseñanza en lugar de reminiscencia.

 

Menón- ¡No, por Zeús, Sócrates! No lo dije con esa intención, sino por costumbre. Pero, si de algún modo puedes mostrarme que en efecto es así como dices, muéstramelo.

Soc- ¡ Pero no es fácil! Sin embargo, por tí (refiriéndose a Menón) estoy dispuesto a empeñarme. Llámame a uno de tus numerosos servidores que están aquí, al que quieras, para que pueda demostrártelo con él. 

Men- Muy bien. ( A una servidora) Tú, ven aquí. 

Soc- Muy intrépido eres tu Menón, que de entre todos tus esclavos eliges a una mujer. Ten cuidado y no te fíes nunca de una esclava, no vaya a ser que un día, pensando de cuantas maneras se dice la virtud, distraído caigas en un pozo y tengas que soportar las insolentes risas de una de tus sirvientas, como le sucedió al sabio Tales. En cualquier caso, más me da que me ofrezcas a un hombre o a una mujer; pues no sólo el varón habrá de ser educado en la música y en la gimnasia, sino también la hembra.   Men- Como dispongas Sócrates. 

Soc- Sí, lo haremos de esta manera, pues veo Menón, que tu proceder no es arbitrario ni azoroso. No por casualidad has pensado en una esclava para nuestra demostración, sino que ha sido tu ambición la que te ha llevado, no sólo a desentrañar la posibilidad del recuerdo, sino también a escudriñar si el alma de las hembras queda sellada por lo visto en el Hades tal y como queda en la de los varones.

 

Men- ¡Por el perro que no Sócrates! No fue ambición lo que me movió. 

 

Soc- Lo que haya sido no nos ocupa ahora. Sin más dilación, comencemos nuestra búsqueda.

Llegados a este punto, Sócrates procede de la manera habitual en él, que es hacer preguntas sin transmitirle a su interlocutor conocimiento alguno, consiguiendo que este descubra por sí mismo la solución.En nuestro caso, en el que se persigue la demostración de un problema geométrico ( el teorema de Pitágoras) Sócrates deja que su interlocutor dé la respuesta inmediata y obvia. En el presente caso, que el cuadrado de área doble se obtendría a partir de un lado doble al del cuadrado dado. Posteriormente, muestra la inconsistencia de la respuesta dada, obligando así a que su interlocutor admita no conocer realmente aquello que creía conocer y provocando en él el deseo de conocerlo. Por último, le lleva  a que descubra por sí mismo, o sea, a que “recuerde”, aquello que ha reconocido ignorar. En este caso, que el cuadrado de área doble se obtiene no a partir del doble del lado, sino a partir de la diagonal del cuadrado dado.

Soc- ¿Qué te parece Menón? ¿ Ha contestado ella con alguna opinión que no le sea propia?

Men- No, con las suyas

Soc- Y, sin embargo, como dijimos hace poco, antes no sabía.

Men- Es verdad.

Soc- Por lo tanto, esta opiniones estaban en ella.

Men- Sin duda

Soc- Así que queda demostrado que se puede conocer sin que nadie le enseñe a uno, sino sólo preguntando, recuperando el individuo de sí mismo el conocimiento. Un conocimiento que siempre tuvo.

Men- Dices bien, Sócrates.

Soc- Y dime Menón: ¿Acaso la mujer, que aún siendo más débil que el hombre, participaca en nuestra [2]República de la educación, de la vigilancia y de la caza; que hace todo junto con los hombres, como hace tiempo convinimos con Glaucón, es acaso esa mujer capaz de recuperar de sí misma el conocimiento?

Men- Me confundes Sócrates. Pues esa mujer nació en mí casa, y se bien que nada nunca nadie le enseñó. Tan sólo griego aprendió, pero nada más.

Soc- Deberías poder contestar con certeza a la pregunta, pues has visto con tus propios ojos como la esclava recordaba en lo más profundo de su alma un conocimiento que ya poseía, pero que tenía en olvido.

Men- Estoy de acuerdo Sócrates.

Soc- Entonces no tendrás inconveniente en afirmar en que ni el parto ni la crianza, ni su debilidad, así como tampoco las duras labores a las que sometes a tu esclava, impiden que descubra valerosamente aquello que tenía olvidado. Y por lo tanto, si la verdad de las cosas está el alma inmortal de los varones, también habrá de estar en el alma también inmortal de las hembras.

Men- Así me parece.

Soc- Por lo tanto las mujeres son susceptible de decir verdad.

Men- Sin duda.

Soc- Y por lo tanto, si pueden acceder a la verdad de qué son la cosas, podrán entonces filosofar.

Men- No lo creo Sócrates. Pues si las mujeres filosofaran entonces quién cuidaría de nuestras posesiones y llevaría acabo la tareas domésticas, así como el cuidado de lo niños.

Soc- Atiende bien a mi pregunta, ya que lo que tú dices es más bien otra cosa. Yo te pregunto, después de todo lo que hemos convenido, si podrían las mujeres filosofar, tal y como lo hicieron Tales, Anaxímenes o Heráclito.

Men- Entonces, creo que bien podrían filosofar.

Soc- Por lo tanto las hembras podrían acceder a la verdadera sophía y no solamente a una mera opinión plausible. No obstante, ¿sería la misma verdad esa que alcanzan las mujeres y la verdad a la que llegan los hombres?

Men- No te entiendo bien Sócrates, explícate.

Soc- Por hacerte comprender Menón me explicaré: quiero saber sí las hembras, por su condición femenina, en su ardua tarea de recordar de las cosas más excelentes que quedaron en sus almas impregnadas, llegan a verdades distintas de aquellas a las que llegan los varones.

Men- Creo que a diferentes cosas habrían de llegar los hombres y las mujeres, puesto que la verdad de las mujer no puede ser la misma de aquellos que asisten a las asambleas y al teatro, y que practican juegos, ritos y competiciones. ¿No crees tú, Sócrates, que tan sólo al hombre le es posible la verdad de lo qué es una espada o un lanza, puesto que son varones, y no las mujeres, los que hacen las batallas?

Soc- Veo que agudizas el ingenio querido Menón. Pero pensar que aprendemos lo que las cosas son por el uso que les damos es contradecir lo que ya concluimos, esto es, que nada nos es enseñado, sino que el conocimiento esta sellado en nuestra alma inmortal, y que a él sólo podemos acceder por el recuerdo.

Men- Te comprendo Sócrates, llevas razón

Soc- Pero déjame que continué Menón, para que así antes terminemos y podamos marchar al Pireo, para hacer una plegaría a la diosa y ver las fiestas. Sí acaso la mujer llegará a otra verdad distinta a la del hombre ¿no crees tu Menón , que la verdad entonces ya no sería una, sino múltiple?

Men- Sería múltiple entonces.

Soc- Pero la verdad no puede ser múltiple, pues si fuera de tal manera, entonces tu esclava , al deducir el teorema geométrico, bien podría haber dicho que el cuadrado de área doble se obtiene a partir del doble del lado y no de la diagonal del cuadrado. Y al intentar ser refutada, ésta, con toda autoridad podría decir, en consecuencia con lo que tu dices Menón, que no es valida la refutación pues su verdad es la verdad en tanto que mujer. 

Men- Ahora esta claro, Sócrates.

Soc- Pues bien, quede dicho antes de marcharnos, que la mujer puede acceder a la verdad de las cosas, y al ser la verdad una, y no múltiple, esta será la misma tanto para los varones como para las hembras



[1] Platón. Menón. Editorial Gredos. p 303.

 

[2] Este fragmento del dialogo esta basado en el pasaje 451-d de libro V de La República de Platón, donde Sócrates discute con Glaucón acerca de las tareas de las mujeres en la polis.

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jackeline -

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